
Llegando a la choza de este, Oshún sintió su vientre temblar. Era su instinto que la llamaba, su vientre vacío hacía años necesitaba llenarse otra vez. Orunmila le aconsejó que era necesario seducir a uno de los orishas más fuertes y poderosos del Panteón, Changó, para así lograr la mezcla perfecta de poder y seducción que haría temblar a la humanidad. –Debes seguir bañándote desnuda en el río y cuando sientas que tu vientre tiemble, unta en tu piel la miel con sangre lunar. Así atraerás al orisha del rayo. Que tus ninfas estén pendientes de su llegada, puesto que debes hacer el ritual al ritmo de los tambores. Que todos los orishas participen del juego—.

Y así lo hizo Oshún. Una tarde, en la que se bañaba en el río, el cielo se enrojeció. Ya había untado la miel en su cuerpo. Ella lo tocaba; vibraba y se retorcía, frotaba sus manos en su carne blanda, hasta que vio de los cielos caer un rayo gigante. Changó descendió de las alturas velozmente. El orisha, se lanzó sobre su cuerpo. Oshún, eufórica, comenzó a desprender y desgarrar la poca vestimenta que ocultaba a su figura. Quedó completamente desnuda. Las miradas lascivas entre ambos fue el pique de los tambores. Las ninfas del río comenzaron a danzar al son de los mismos, tocados por los demás orishas. Changó comenzó a lamer la miel en el cuerpo de Oshún, frotaba el suyo contra el de la orisha. Disfrutaba el tocamiento de esa mujer con sabor a frutas. Los tambores picaron los poros de ambos. Los demás orishas circundaron el acto, sus miradas de lujuria penetraron las pieles de los ‘copulantes’. El bálano de Changó ardía en fiebre; cual bestia salvaje, embestía a la orisha, haciendo que su vientre serpenteara. Los tambores sonaron más fuerte. La piel de Oshún se volvió música. La orisha gritaba –Ayy, ayyy, ayyyy— mientras se quitaba las pulseras y las lanzaba al aire. La respiración era fuerte. Los tambores tronaron, del cielo comenzaron a caer rayos, la tierra se abrió. Las ninfas espantadas huyeron. Los demás orishas, exaltados, se volvieron locos, se halaban de los pelos, daban gritos de guerra…desaparecieron. Changó jadeaba como perro –Ooosh, ooshhh, jai, jai na má—. La confusión total, el climático encuentro entre la oscilación del cuerpo y una risa malévola de la orisha.
Ocurrió que de repente, Changó explotó en un rayo negro y Oshún, rendida de haber agotado las energías de su cuerpo, quedó como muerta. Yemayá la envolvió en su manto y la escondió dentro de una concha marina. Una mortal encontró la concha arrastrada por la marea en la orilla. Misteriosamente le olía a miel, se sintió atraída a ella y se la comió. Tiempo después, la orisha parió entre las piernas de la mujer. Es de este modo que nació la Orisha Mayor, aquel animal-musical-erótico llamado La Lupe.
