lunes, noviembre 10, 2008

Me pregunto tu dolor

Me pregunto si es cierto lo que he leído,
si el adiós de los cuerpos no ha sido suficiente,
me pregunto si de casualidad tú te preguntas
también.
Hay equivocaciones que se adentran mucho,
entiendo varias de las razones,
pero no entiendo por qué vuelves,
por qué te empeñas en destrozarte,
por qué te nombras víctima,
cuando eres tú quien crea
la situación de aniquilarte.

El sadismo, la Luna,
varias recompensas dolorosas
se acumulan en tu piel.
Algunas son del recuerdo,
no intentaste enterrarlas hondo,
quizás no te preguntes
por qué ahora han salido
a la superficie…
Yo sí lo hago.

Atado


Quiso detenerme en su espacio
atándome las sonrisas a su espalda
diluyéndome atardeceres en su ombligo.
Quiso detenerme entre sus manos
para no dejarme ir.

Me robó distancias;
desapareció estrellas y líneas del mapa.
Me ha dejado sin rumbo
como quien anda en tierra desconocida
y no entiende de lenguas
de fonemas
de escritura
de signos.

Me atrevo a decir
que no es su culpa
pero mucho menos la mía.

Me pienso...


Me pienso en tu boca
como quien se piensa entre las nubes.
En cómo me fascina el juego
que se produce entre nuestros labios.
Locura perturbadora que me envuelve,
que me encierra en tus párpados.

Me gusta perderme en tus callejones
sin esquinas y sin salidas;
en los ecos que rompen su silencio;
no tener regreso de tu cuerpo
es poder vivir para siempre.
Elíxir vital
que palpo en tus entrañas.
(Fluvis agriodulce que pruebo)

Me pierdo entre tus piernas.
No regreso,
te siento,
no regreso,
me intentas
y te pierdes conmigo
en la inmensdad de tu cuerpo.
Se produce la epilepsia
que nos gasta las energías
y los sentidos.

martes, noviembre 04, 2008

Escape IV

Me dicen que no soy sincero. ¿Qué se supone que se haga cuando le dicen eso a uno? Pienso en la mierda y babosada que habla la gente sin conocer las realid(h)ades que circundan a uno. Se llenan la boca con ideas absurdas. El maldito prejuicio y la incomprensión caprichosa del impulso. Siempre contesto con un “¿De verdad?” o un “no sé de qué me hablas”. Esa es la realidad, no sé de qué me hablan. Me dan ganas de decir tantas cosas, de brincarle al otro encima y arrancarle la piel, descuartizar y echárselo al primer perro sarnoso y flaco que me encuentre en la calle. A parte de toda esa rabia, me provoca risa, no sé si en última instancia sea por pena. ¿Qué se creen?
Antes, mucho antes, me preocupaba mucho el que la gente no pensara como yo, o viceversa. Esa cuestión de la otredad me resulta incómoda muchas veces. Pienso que es imposible entender al otro. El otro siempre es un constructo desde nuestra perspectiva y esa perspectiva siempre será ajena, nuca seremos el otro, sino nosotros (por eso no creo en el constructo social del machismo ni del feminismo). Nadie piensa igual. Pero al caso, me jode y re-jode que la gente diga algo tan absurdo como el que no soy sincero sólo porque no pienso como ellos o porque no siento como ellos. Me jode la gente que tiene ínfulas de grandeza y de intelectual, como si lo único que le importara al mundo es lo que les rodea a ellos, porque su sensibilidad es mejor comprendida por la masa global. A mí qué me importa que mi sensibilidad sea comprendida por la masa global, no me gusta ser parte de la masa global. Con todo esto que estoy diciendo le pregunto a esas personas, que me digan, ¿estoy siendo sincero o no?
Yo pienso a la sinceridad como la desnudez. Hay distintos tipos de desnudez, ninguna se parece. Si todos viéramos y experimentáramos la desnudez de la misma manera, la verdad es que sería bien aburrida. Todo es diferente en la vida de cada cual, desde la sensualidad y sensaciones, hasta las personas que se parecen físicamente. Siempre hay algo que te diferencia del otro. Dicen que la cuestión de todo esto es el sentirse cómodo con lo que uno escribe. Ahí es donde llega el límite genuino del problema, uno no debe sentirse cómodo con lo que escribe, siempre se debe aspirar a ser mejor dentro del micromundo que creamos, por eso se inventaron la reescritura. Escribir es un proceso de catarsis incómoda, enfrentarse al papel y volver a él millones de veces, decir las verdades que se esconden, sincerase con nuestro entorno. Ahora, no decir toda la verdad, no implica se no seamos sinceros, somos sinceros. Si se dice todo de cantazo, del primer impulso, qué nos queda para decir después. No sé si ahora comprendan mi proceso de sinceridad. Yo intento reinventarme dentro de mis límites, decir lo mismo de la misma manera no es divertido, es más, es tan cómodo, resulta monótono.

PD: Que conste, que esto no lo escribí, para excusarme, defenderme o explicarme. Trato de comprenderme, trato de ver por qué se le hace difícil a algunos entender las formas de mi sinceridad. Con este “escape” trato de descifrar el invento absurdo del otro, su trauma existencial con la sinceridad. No me lo tomen a mal, he sido sincero.